domingo, 14 de junio de 2015

El regreso de la aventura con Einstein

Quedaba la vuelta. La tarde anterior me fui corriendo por los caminos para encontrar uno para regresar que no nos hiciera pasar por el puente al que tanto temía Einstein. Lo encontré, así que tracé lo que sería el camino de vuelta.
Añadir leyenda
Nada más abandonar las calles de Samper dejé nuevamente suelto a Einstein y me fue siguiendo a su ritmo, pero sabiendo que si me escondía no tenía que preocuparse que en un momento u otro aparecería. Einstein enseguida asume todas las enseñanzas. Hubo momentos en que se quedó tan atrás que temí que se perdiera.
A mitad de camino dijo que ya no seguía. En esta ocasión no me dio la alternativa del primer día que era volver. Simplemente dijo que no. Aquí me quedo y si quieres vete tú. Durante unos 8 kilómetros estuve tirando de él para hacerle caminar lentamente. Hubo un momento en que se paró y además yo ya no podía más. Tirando de Einstein, caminando kilómetros y aguantando un sol castigador, que no justiciero le dije que  ahí se quedaba y en un pulso psicológico me fui hasta casi perderlo de vista en una larga recta. Nuevamente se dijo que no había quien pudiera conmigo y aceptó seguirme, eso sí a mucha distancia. No le importaba no verme, iba ranqueando, sin nada de ánimo.
En casa, al fin.
Cómo cambió su actitud cuando llegó a Motorland. No es que Einstein sea aficionado al mundo del motor, pero como desde su casa escucha demasiadas veces el ruido de los coches y motos, le resultó familiar el ruido y sabiéndose cerca de casa comenzó a aligerar el paso ilusionado por su pronta llegada a casa. Cuando pasamos a la altura de La Estanca, le dije que íbamos a entrar para ver La Estanca océano. Pero se plantó. Dijo que no debíamos desviarnos del camino. Había que llegar cuanto antes. No fue posible discutir. Para otro día queda la excursión hasta La Estanca.

En su caminar veía que iba sobrado de entusiasmo, pero no de fuerzas, porque corría un trecho y luego disminuía el ritmo, nuevamente un trotecillo y paso lento. Faltando unos dos kilómetros se le acabó el trote, el trotecillo, el paso lento y el paso. Escaso de fuerzas dijo que no caminaba más. Lo solté para que me siguiera, se quedó a la sombra y no hizo mención de seguirme. Los dos últimos kilómetros poco me faltó para tener que llevarlo en brazos. Finalmente llegamos y le dije que mi intención había sido obsequiarle con unas vacaciones, pero no pensaba que se iba a cansar tanto. La próxima excursión será mucho más corta. Einstein está envejeciendo más rápido que yo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario