viernes, 12 de junio de 2015

Con Einstein hasta Samper

Primera etapa
Hasta Puigmoreno aún estaba feliz con la 
caminata.
Sobre las nueve de la mañana salimos Eintein, mi burro, y yo. La preparación de la caminata había sido tan poca, que ni siquiera calculé los kilómetros que nos separaban de Samper de Calanda, que era nuestro destino. No sé por qué en mente tenía unos pocos kilómetros. Fuimos siguiendo las flechas amarillas del Camino de Santiago que en gran parte del trayecto van siguiendo el camino de la vía verde.
Einstein, que cuando hacemos cortos paseos, se para en cada ramo de hierbas para dar inmediata cuenta de ellas, enseguida entendió que se trataba de hacer kilómetros y apenas ramoneó. Las cañas verdes, que le encantan, las iba arrancado sin perder el paso y luego las comía mientras caminaba.
Pasamos La Estanca de largo, pero le dije que a la vuelta entraríamos. No puso objeción.
Cuando llegamos a Puigmoreno, el paso de Einstein aún era vivo. Hacía viento molesto, pero a él no le importaba.
Unos kilómetros después de Puigmoreno, de repente, Einstein dijo que para paseo ya estaba bien. Que no daba un paso más. Así, de repente se plantó en un cruce de caminos. Sólo estaba dispuesto a caminar si era de vuelta a casa.
De nada me valieron mis argumentos, mis buenas palabras, mis explicaciones. Einstein dijo que no daba ni un solo paso. Le tiré de las riendas en todas las direcciones y con todas mis fueras, pocas y muchas. Einstein, que es un burro con principios siguió diciendo que no. Estuvimos unos 20 minutos sin movernos del sitio, hasta que me dije que no me quedaba más opción que volver y acabar así mi proyecto de vacaciones. Le cepillo, le hablo al oído. Agradece el cepillado, escucha con atención, pero “a casa o nada”.
Aquí dijo "aquí me quedo" y se quedó pese a mis sesudos
argumentos.
Si no entiende el comportamiento humano, quizás entienda el asnal. En un último intento me digo, yo seré más burro. Tiro de él con todas mis fuerzas dispuesto a llevarlo a rastras. Mover un animal de cerca de 300 kilos anclado en sus cuatro patas es harto difícil, pero tiro y tiro. Cede un poco. Da un paso, luego otro, sigo tirando, da alguno más, sigo tirando y me mira hasta que cede un poco y me dice “eres más burro que yo”. Sin dejar de tirar va caminando y me arrepiento de haber pensado en ceder. También me pregunto ¿son unas vacaciones para Einstein?
Después de esta prueba de fuerza me vuelvo a acordar de Manolín. No sólo no voy montado en mi burro, sino que he estado a un punto de llevarlo en brazos.
Siguiendo por el camino, encontramos un puente sobre la vía en uso de difícil paso. Dejo a Einstein atado mientras voy a inspeccionar la forma de paso. Einstein, al ver que me voy sin él se desespera, tira de la cuerda y me enseña que la mejor forma para que ande, es dejarlo suelto.
Tenemos que ir campo a través para salvar el paso del puente, vamos por encima de la vía en uso, perdemos las alforjas entre la maleza, luego las encuentro, y encarrilamos el último trecho hasta llegar a la casa que nos espera.
Habiendo llegado a nuestro destino y con el premio del panizo
Einstein ya presentaba otro aspecto más reconfortado. 
La casa que nos espera es de mi cuñada Olga. Me dieron muchas explicaciones de cómo llegar. Curiosamente llegamos justo a la puerta. Después de unos 32 kilómetros nos espera la gratificación del descanso. A Einstein todavía le quedaba la tarea de desbrozar un jardín, pero eso le encanta. Iba desbrozando y abonando a la vez.


Me queda la tarde para ir callejeando por Samper. Aunque había estado muchas veces no había paseado en ningún caso. Me sorprendió la limpieza de sus calles, ni un papel, ni una persona.

1 comentario:

  1. Aprendiz, me ha gustado mucho tu relato del viaje con Einstein. Ahora voy a leer la segunda etapa. Salu2

    ResponderEliminar