martes, 31 de enero de 2012

Días normales

Día apacible. Tranquilo. A veces la normalidad parece extraña, como si todos esos mundos indeterminados, incontrolados, dispersos que nos rodean, se remansaran y acabaran al mismo ritmo de uno, flanqueándome, acompañándome en mi discurrir. También puede ocurrir que lo extraño se convierte en habitual.
Tomando un plato de sopa caliente en compañía de Martina
y Jayko (escrito de oídas, o sea que no se corresponderá
con la forma de escribir su nombre, cosas de los alemanes).
Este es el primo marroquí de Imanol Arias. Así se presenta a
todos los españoles que circulamos por la plaza de Marrakech.
Imagino que es habitual ver ciegos con amigos o familiares que son sus lazarillos. Pobres de solemnidad que van pidiendo una moneda para pasar el día. Encantadores de serpientes que tienen a las cobras semierguidas en posición de ataque. Sacadores de muelas que exponen en una mesa cientos de las que han pasado a una parte minúscula de un cadáver. Vendedores de agua no potable. Magos ancianos con trucos manifiestamente mejorables. Bailarinas de la danza del vientre a las que sólo se les ve por una rendija el lugar donde esconden sus ojos, bustos que aparecen entre montañas ordenadas de frutos secos. O un marroquí que se presenta como el primo de Imanol Arias.
Es la normalidad, lo cotidiano de la plaza central de Marrakech. Poco extraña. O quizás resulte extraña la cotidianidad de otros lugares. Esto no casaría con la vida de Las Ramblas de Barcelona. Sería extraño. Muy extraño.
Hay muchas cotidianidades. Cada lugar tiene la suya.
Yo también he tenido la mía particular. Hoy ha llegado la pareja de Martina y tres amigos más. Todos ellos muy alemanes y muy buena gente. Con Herbi he tenido largas conversaciones en un idioma propio. Palabras en alemán, en español, en italiano, en francés, gestos, cantos de ópera para explicarme que trabajaba gratis como figurante de óperas y de vez en cuando “mi corazón palpita como una patata frita”, que era la frase que sabía en español porque un amigo suyo, que también colabora en las óperas como figurante, se la había enseñado.
Vendedores de agua, que actualmente sólo venden fotografías
a los turistas. Le ponen el gorro, se hacen la foto y 10 dirhams.
Hemos comido a las cinco de la tarde pasta, mucha pasta. Cuscús con pan. Luego hemos repetido la ración de pan. Hidratos de carbono. Hay que llenar los depósitos. Porque esto sucedía antes del maratón. Cosas de los tiempos que se superponen. Los seis queremos adelgazar. Queremos perder todos los hidratos en menos de cuatro horas y vamos a perder también todo lo que hemos ido acumulando en semanas pasadas. Son esas cosas cotidianas que uno hace. Y es que hoy ha sido un día normal, sin sobresaltos, cotidiano, con muchas conversaciones en alemán y brindis con té a la menta y con agua y cogiéndonos las manos antes de comer para desear que nos siente bien la comida.
Hay días muy normales. 

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