domingo, 1 de enero de 2012

Colegas.

Desde hace bastantes años el primer día de cada año salgo con las primeras luces del día a correr, desde hace tres años sin más herramientas que mis piernas y antes sobre la bicicleta.
Aunque en ambos casos estoy sobre el suelo, la sensación es de vuelo. Porque vuelo sobre la ciudad dormida para la mayoría, y para unos pocos todavía como prolongación de la fiesta de nochevieja.
Corriendo voy viendo esos mundos contradictorios que marcan el principio del año. Y en medio otro extraño, yo mismo, que no tiene otra cosa mejor que hacer que correr.
Esto es un prueba en 2010. Aquí sí que son casi todos colegas.
Suzanne, una alemana maratoniana con la que comencé mis primeros entrenamientos en Malta, me enseñó algo para mí importante, saludar a las personas con las que te cruzas que también corren. Recuerdo que si alguno no devolvía el saludo decía, este no es colega. La mayoría devolvían el saludo y una sonrisa. Curiosamente en mi pueblo, si no son conocidos, casi nadie devuelve el saludo aunque soy más pertinaz que las sequías de Franco, muchas veces me quedo con mi saludo y mi sonrisa frente al paisano desconocido.
También es clásico que siempre me encuentre a otro descerebrado que ha tenido la misma idea que yo. Dos o tres no más. Pero supone una grata alegría. Hoy me he cruzado a dos. Les he saludado desde lejos y creo que no se apuntaba intención de hacer un gesto. Cuando he llegado a su altura les he deseado feliz año nuevo. Entonces hemos sido cómplices, hemos reído y han respondido. Como diría Suzanne, estos son colegas.
Correr, no es sólo un ejercicio físico. Para mí es también una filosofía. Es un reto, un deseo de superación. Así veo a los demás y por eso los saludo como si fueran mis colegas.

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