miércoles, 23 de octubre de 2019

Constanza en bici.


Constanza en bici.

Mi ritmo de ver el mundo es en bicicleta, pero casi nunca la tengo disponible en otros países. Algunas veces la alquilo. En Constanza me han dejado una en el hostel y me he sentido en mi medio, a mi ritmo. Me he ido hasta el mar Negro, a mojarme los pies porque el frío y el viento no permitían muchas aventuras, pero necesitaba decir, y escribir, que me he metido en el mar Negro.
Constanza (Rumanía), en bici con el mar Negro al fondo.
Como había boda y los pobres novios estaban muy solos -sólo los acompañaba un niño, que debía ser suyo o de alguno de ellos y dos fotógrafos para inmortalizar la unión-, he querido que ese momento fuera inolvidable para ellos y para mí. Les he pedido poder hacerme una foto con ellos, les ha parecido muy bien y su fotógrafa es la que cambió su cámara por mi móvil para dejar constancia del encuentro.

He ido con la bicicleta por todas partes hasta que se ha hecho de noche. Sin luces, sin casco y sin orientación me he perdido. Tan perdido que en vez de ir en dirección al hostel lo estaba haciendo en dirección contraria. Estaba recorriendo una larga avenida que servía de referencia hasta el otro extremo de donde debía ir y allí no había ninguna calle que se pareciera a la que debía tomar para ir a mi residencia. Así que a deshacer lo andado preocupado por el peligro que suponía para el mucho tráfico que había, no por mí sino porque ellos se toparan con un viejo en bici dispuesto a morir por una aventura inútil. Mi forma de orientarme era el teléfono móvil, pero por un error mío se había colgado y no me daba ninguna orden adecuada. Llegué tarde, pero llegué a mi hogar de Constanza. Demasiada dependencia del móvil.

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