sábado, 11 de julio de 2015

Sebrayo


El albergue de Sebrayo tiene más habitantes que el pueblo. Para comprar se debe estar atento al paso de una furgoneta de ultramarinos que vende lo imprescindible. Ir a un restaurante supone caminar algunos kilómetros. Y no hay mucho más que hacer.


Sebrayo no tiene mar, pero es una buena ilustración a falta de
foto del albergue, que es lo único que se puede fotografiar.
Por la noche,cuando las tertulias parecían acabadas por esa costumbre peregrina de estar durmiendo antes de las diez, que en estos lugares es todavía pleno día, surge una buena conversación con unas aprendices de maestras vascas que entre ellas hablan continuamente en eusquera pero a las que se les oye en medio expresiones como “joder tía”, “hostias, no me digas”, “que bueno” y cosas así. En castellano iniciamos una tertulia que se alargó hasta pasada la media noche y que agradezco porque en todos los albergues me quedo sólo esperando como un lobo la salida de la luna.

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