viernes, 10 de julio de 2015

José Luis o la otra historia de reencuentros.


Unos kilómetros antes de entrar en Colunga diviso a lo lejos un ciclista con una bicicleta voluminosa que subía despacio una cuesta. Me crezco y voy a por él. Poco antes de alcanzarle se mete por una calle de un pequeño pueblo y coincidimos cuando sale de la calle. Íbamos a un ritmo parejo así que comenzamos a intercambiar nuestras primeras palabras. Su bicicleta es voluminosa porque lleva incorporado un motor eléctrico que le ayuda en las subidas.

En Oviedo con José Luis delante de El Salvador
Cuando el camino va entrando y saliendo d
e la carretera seseando, suelo ir por la carretera sin más desvíos, pero José Luis, que es el ciclista con el que voy me anima a meterme por caminos, voy con él, me lanzo y al poco me doy cuenta de que no me sigue, así que sigo hasta Colunga con intención de comer. En un restaurante en una calle paralela a la carretera me sirve comida asturiana una camarera colombiana guisada por un francés. Cuando estoy dispuesto a hincar el diente llega José Luis y compartimos mesa, mantel y conversación. Me comenta que quiere ir por Gijón (yo voy a ir por Oviedo). Después de comer yo me quedo a sestear en un parque y él sigue camino.

Al día siguiente, dentro de Oviedo, subiendo por una cuesta veo a un ciclista parado hablando con un guardia. Era José Luis que había decidido finalmente ir por Oviedo a visitar a una amiga. Damos juntos una vuelta por la ciudad y nos despedimos, yo me voy a Avilés. A media tarde, estando en mi litera del albergue me saludan. José Luis ha ido a parar, de las 70 camas que hay en el albergue, a la que está junto a la mía. Por la tarde damos una vuelta por Avilés y nos volvemos a despedir.


Cual es mi sorpresa, cuando el día de mi vuelta a casa, al ir a coger el tren en Santiago a las ocho y media de la mañana, en el andén, sentado, vuelve a estar José Luis. Pasamos un rato juntos y en el tren nos hacemos visitas, la mía fue infructuosa pues cuando fui a su vagón no lo encontré y por contra me encontré con un personajillo al que hacía años que no veía y hubiera querido que pasaran siglos sin volver a ver. Así que sólo insistí dos veces en la visita a mi vecino José Luis por no volver a coincidir con el personajillo en cuestión. Al llegar a Zaragoza nos despedimos en el andén, como corresponde, continuando con una buena relación de coincidencias.  

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