He llegado a Atenas. Cuando he salido del metro me he encontrado con un kiosko que me resultaba familiar. ¡Claro! Es que estuve en este mismo lugar hace cerca de 20 años. El entorno de la plaza y el centro había cambiado, pero no el kiosko.
Fue, el de hace 20 años, un viaje memorable. Vine de profesor con un grupo de alumnos del colegio donde estaba impartiendo clases entonces. Los alumnos, por lo menos algunos, también lo recuerdan como una aventura excepcional. Se me ha dado el caso de años más tarde encontrarme con gente a la que no conocía y hablarme con todo detalle del viaje que le habían contado amigos. Se fueron propagando los recuerdos en otras cabezas.
Estadio Panatinaikos donde espero estar mañana sobre las doce y media para gritar Nike (y no por las zapatillas que llevo) |
En estos momentos llegar a Atenas, es hacerlo con todos los prejuicios y con comentario tópicos después de lo escuchado diariamente en todos los informativos. Para empezar me han recibido con el cambio del primer ministro, que encima se llama como yo. Difícil de analizar lo que está pasando. Se ven pobres y dices esto es la señal. Pero no son más pobres de los que se ven en Niuyork o en Barcelona. Se ven las calles vacías y no sé si es por el frío o por la crisis. En la plaza Syntagma, que es donde está el parlamento y es la imagen que aparece en todas las crónicas, los guardias siguen haciendo su cambio de guardia ante la mirada de los turistas. Ni un manifestante, ni una pancarta, ni una señal de descontento. Sólo por alguna calle secundaria se ven grupos de policías que parecen estar al acecho de posibles alborotadores.
Al final llego a la conclusión de que la crisis es como las almorranas, cada uno las sufre en su intimidad, sólo lo cuenta a los más allegados, se habla frecuentemente y sólo sale al exterior cuando sangran. Pero es una pequeña parte.
Estoy en la almorrana de Atenas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario