lunes, 14 de noviembre de 2011

Inmersión en la crisis griega

Aunque desde que llegué a Atenas he ido intentando dilucidar qué se esconde detrás de las caras de los paseantes, de las calles vacías o de las persianas encandadas, ha sido hoy cuando he hablado con los griegos. La crisis es un tema de conversación que sale en cualquier momento, se hable de lo que se hable. Está presente en todo, en el que pasea, en el que vende camisetas, en el que calla y en el que tiene ganas de conversación. Ocurre lo mismo que en España. Ha desplazado al tiempo en hablar por hablar.
Detrás de este vendedor está el parlamento griego. 
¿Como soporte?, ¿como culpable?
Los argumentos que emplean los griegos son muy parecidos a los españoles. Indignación contra la clase política. Críticas a gente que siendo un don nadie, medró en política y ahora es dueño de casas y tierras. Políticos que envilecieron el vil metal.
En algunos momentos de las conversaciones hay algo más de carga de profundidad. En recibieron dinero de la Unión Europea para reconvertir la agricultura. Dejaron de cultivar tabaco y algodón. Con el dinero recibido se debería haber reconvertido al agricultor. Pero ese dinero se perdió quemándolo en puros venidos de La Habana y taponando heridas sangrantes de la sociedad con algodón español. El dinero no llegó a su objetivo, está en las propiedades de los políticos.
También he detectado un rumor. Se dice por lo bajo, nadie se atreve a decirlo en voz alta, pero se piensa que la vuelta de los militares puede ser la solución. A continuación, como intentando cubrir inmediatamente de dignidad las palabras mancilladas, mi interlocutor me dice, pero no podemos hacerlo siendo Grecia la cuna de la democracia. Cuando hay oportunidad vuelve al tema; pero los militares acabaron en la cárcel pero no se les conocían propiedades, ellos no se llevaron el dinero, vivían en casas humildes.
La pobreza que se ve en las calles, muchos mendigos, gente tiradas, matrimonios con sus hijos envueltos en una manta y pidiendo, niños cantores, otros niños que no saben cantar pero que lanzan gritos para pedir una limosna,...es una pobreza difícil de juzgar porque la vista te va llevando a pequeños saltos de pobre en pobre ignorando al resto de personas. Solemos tener una mirada selectiva. Es como cuando se está embarazada que sólo ves a embarazadas. Me ocurrió a mi mismo en mi único embarazo.
Lo que sí se aprecia es un paro que va a desbordar la sociedad en muy poco tiempo. Se va aguantando con el negocio lo que se puede, pero ya no se puede más. Una griega que trabaja en un comercio me decía que estaban trabajando cinco a pleno rendimiento, ahora sólo está ella y con tiempo para conversar con los pocos clientes que entran. Dentro de diez días la despiden, va a mantener la puerta el dueño del negocio hasta que pueda. No me lo decía con maldad hacia el empresario. Lo comprendía. Otro comerciante de mi edad me decía que pensaba que pronto lo podrían despedir, no entraba nadie en la tienda. Se sentía reconfortado pensando que podía volver a Chipre, donde aún viven sus padres. ¿A qué? le pregunté. No sé. No sabía, pero era su esperanza y su suerte, poder volver a los cincuenta y cinco años a la casa paterna.

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