Alguna de las cosas que merecen ser vistas en El Pireo. |
La crisis está presente en todas conversaciones y casi en todos los actos. Ahora no veo más que crisis y sus consecuencias. Las tiendas vacías. Las pescaderías, carnicerías, a las once de la mañana de un miércoles completamente vacías. Pero es que hasta las calles tienen muy poca gente salvo alguna.
En ocasiones la imagen es patética. Gris o de color sepia. Comercios que tienen la luz apagada para no tener gastos por no tener clientes. Da un aspecto tétrico. Ves el comercio, la puerta abierta y todo oscuro, te asomas y adivinas el contorno aburrido y asqueado del dueño o del empleado que ya están hartos de no hacer nada y aún les espera todo el día y todos los días hasta que echen la persiana definitivamente como tantos vecinos.
He entrado en un bar. Sólo estaba la familia que lo lleva. He estado casi una hora y no ha entrado nadie. La camarera con abrigo para combatir el frío pues no tenía encendida la calefacción. Las luces sólo estaban encendidas la mitad. Y no era un bar cutre, todo lo contrario. Pero es la norma si abandonas el centro de Atenas.
En un parque del Pireo dos personas estaban recogiendo las olivas de las ramas podadas. |
No sé qué he podido hacer al salir del bar que después de caminar bastante rato, creyendo que iba en la dirección correcta, como si fuera el día de la marmota, se me vuelven a repetir edificios, gentes, motocicletas averiadas, iglesias,… y yo sin salir de mi asombro. Confiaba en que fueran casas gentes y mares parecidos. No se me estaba repitiendo todo el recorrido. Así que me he parado a preguntar y entre un griego que me hablaba en griego con bastante soltura y una chica que manejaba el inglés utilizando justo el vocabulario que a mí me falta y que ella no tenía el que yo le daba, he seguido en la dirección que señalaban insistentemente sus brazos. Cuando ya los dejo, algo aturdido, me dicen en español, “anda perdido mi amorl”. Ya no sabía qué pensar. Era una sudamericana que me había visto escuchando explicaciones. Resulta que me has visto en apuros y no me has dicho nada y ahora que ha pasado todo me vienes a echar una mano. Sí, me ha contestado con naturalidad. Ella iba en mi misma dirección y hemos ido platicando de sus hijas, del hartazgo de la crisis, de que quería volver a su país pero estaba atrapada con una hija trabajando y la otra estudiando. “Como no le pagan los salarios a la gente, muchos van a fichar al trabajo y luego se vuelven a casa, esto va a estallar”.
Disponiéndome a comer en un lugar magnífico, sobre las aguas del mar y con un entorno vacío, noventa y nueve sillas vacías. |
Con las imágenes de la película que me están proyectando los griegos, queda poco margen para el regocijo.
Joder, vaya panorama... Y pensar que aquí puede que sigamos la misma suerte...
ResponderEliminarLo del pastel de espinacas es una Spanakopita, ¿no? Recuerdo que estaban buenísimas, yo le hubiera aceptado esa y tres más al lugareño ese. Yo también me hubiera cabreado si me despreciabas el regalo. Mira que eres...
No seais negativos, a lo mejor Mariano gana, poda el arbol adecuadamente, y de aqui a unos meses comenzamos a obtener frutos...
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