miércoles, 16 de noviembre de 2011

El Pireo



Alguna de las cosas que merecen ser vistas en El Pireo.
Para quien visita Atenas, generalmente El  Pireo no es más que el puerto desde donde se embarca para hacer alguna excursión por las islas. Pero El Pireo, que es una ciudad independiente de Atenas merece una visita. Como soy andarín, desde la estación de metro de El Pireo me he ido bordeando el mar hasta Microlimano. Se pueden ver algunas construcciones interesantes, restos de la muralla que unía El Pireo y Atenas, restos del puerto antiguo y sobre todo un mar inmenso en un entorno que parece más rural que urbano, con algunas casas de pescadores, casas bajas, calles estrechas y urbanismo en algunos casos imposible.
La crisis está presente en todas conversaciones y casi en todos los actos. Ahora no veo más que crisis y sus consecuencias. Las tiendas vacías. Las pescaderías, carnicerías, a las once de la mañana de un miércoles completamente vacías. Pero es que hasta las calles tienen muy poca gente salvo alguna.
En ocasiones la imagen es patética. Gris o de color sepia. Comercios que tienen la luz apagada para no tener gastos por no tener clientes. Da un aspecto tétrico. Ves el comercio, la puerta abierta y todo oscuro, te asomas y adivinas el contorno aburrido y asqueado del dueño o del empleado que ya están hartos de no hacer nada y aún les espera todo el día y todos los días hasta que echen la persiana definitivamente como tantos vecinos.
He entrado en un bar. Sólo estaba la familia que lo lleva. He estado casi una hora y no ha entrado nadie. La camarera con abrigo para combatir el frío pues no tenía encendida la calefacción. Las luces sólo estaban encendidas la mitad. Y no era un bar cutre, todo lo contrario. Pero es la norma si abandonas el centro de Atenas.
En un parque del Pireo dos personas estaban recogiendo
las olivas de las ramas podadas.
Uno de los que estaba en el bar se ha empeñado en hablar conmigo de fútbol. Le he dicho que no me gustaba. Me insistía y yo seguía diciendo que no me gustaba. El otro que si el Barcelona es el mejor, que si España y yo por no quedar como un simplón y un ignorante le he dicho que era del Panatinaikos, que es un equipo de Atenas. La que se ha montado. Yo estaba en El Pireo y su equipo es el Olimpiakos, rival a muerte del Panatinaikos. A punto de crear un conflicto internacional. Finalmente nos hemos hecho amigos y con tozudez mayor que la de un maño se ha empeñado en que me comiera una pasta de espinacas, que es una comida muy tradicional aquí, pero que a esas horas no me entraba. Le he dicho que se lo agradecía, pero que no quería. Tanto ha insistido que me le he dicho que aceptaba un trozo, pero no entera (tiene 20 centímetros de diámetro), le ha sabido mal, ha recogido la pasta y se ha ido sin decirme adiós. Y todo en griego.
No sé qué he podido hacer al salir del bar que después de caminar bastante rato, creyendo que iba en la dirección correcta, como si fuera el día de la marmota, se me vuelven a repetir edificios, gentes, motocicletas averiadas, iglesias,… y yo sin salir de mi asombro. Confiaba en que fueran casas gentes y mares parecidos. No se me estaba repitiendo todo el recorrido. Así que me he parado a preguntar y entre un griego que me hablaba en griego con bastante soltura y una chica que manejaba el inglés utilizando justo el vocabulario que a mí me falta y que ella no tenía el que yo le daba, he seguido en la dirección que señalaban insistentemente sus brazos. Cuando ya los dejo, algo aturdido, me dicen en español, “anda perdido mi amorl”. Ya no sabía qué pensar. Era una sudamericana que me había visto escuchando explicaciones. Resulta que me has visto en apuros y no me has dicho nada y ahora que ha pasado todo me vienes a echar una mano. Sí, me ha contestado con naturalidad. Ella iba en mi misma dirección y hemos ido platicando de sus hijas, del hartazgo de la crisis, de que quería volver a su país pero estaba atrapada con una hija trabajando y la otra estudiando.  “Como no le pagan los salarios a la gente, muchos van a fichar al trabajo y luego se vuelven a casa, esto va a estallar”.
Disponiéndome a comer en un lugar magnífico, sobre las 
aguas del mar y con un entorno vacío, noventa y nueve
sillas vacías.
Me da las últimas instrucciones para seguir en mi camino y cuando llego a Microlimano, un barrio entre pesquero y turístico, me dispongo a comer. Patético, decenas de restaurantes inmensos con una o dos mesas ocupadas, alguno tres y la mayoría vacíos. Donde he comido, he estado yo sólo, tres camareros, una cajera y la gente de cocina, con calefacción, luz y comida incluida por tan sólo 20 euros. Y además es que los camareros y la cajera sólo cobran comisión, el 10%. Hoy se han repartido 2 euros entre cuatro. Los fines de semana son algo más movidos, me ha dicho el camarero, gracias al turismo que llega en barcos, pero los griegos que antes llenaban las mesas han desaparecido.
Con las imágenes de la película que me están proyectando los griegos, queda poco margen para el regocijo.

2 comentarios:

  1. Joder, vaya panorama... Y pensar que aquí puede que sigamos la misma suerte...
    Lo del pastel de espinacas es una Spanakopita, ¿no? Recuerdo que estaban buenísimas, yo le hubiera aceptado esa y tres más al lugareño ese. Yo también me hubiera cabreado si me despreciabas el regalo. Mira que eres...

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  2. No seais negativos, a lo mejor Mariano gana, poda el arbol adecuadamente, y de aqui a unos meses comenzamos a obtener frutos...

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