jueves, 17 de noviembre de 2011

Despedida. Versión uno.

He tenido tiempo para comerme un donus gigante. Detrás
mucha policía que controlaba todos los cruces. 
Los atenienses, enterados de que mañana dejo su país, han salido a miles a la calle a despedirme y juntos hemos llorado desconsoladamente. Son las consecuencias, casi siempre felices, de ser un aprendiz de viajero.
Cuando he salido a la calle esta mañana, me ha sorprendido ver a miles, sí miles, de policías apostados por todas partes. Luego decenas de comunistas que se empeñaban en que contribuyera a financiar su partido. No, no y no, les he dicho, nunca he sido comunista y aborrezco por igual todas las dictaduras. Me insistían.
Sobre las tres de la tarde ha comenzado a concentrarse gente a millares, decenas de millares en la zona por donde habito.  Hemos caminado juntos hasta la embajada de Estados Unidos, quizás para recordar que hace un año estaba en ese país.
La policía, que estaba para sumarse a la fiesta, ha disparado salvas que todos hemos celebrado llorando de la emoción, a lágrima viva. 

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