viernes, 13 de diciembre de 2019

De vinos en Trebujeni. Moldavia. Septiembre 2019


De vinos en Trebujeni. Moldavia. Septiembre 2019.

Trebujeni es una población en una zona supuestamente turística de Moldavia. El único atractivo que tiene es que al entrar en sus calles retrocedes unos ochenta años, aunque con coches actuales, ropas actuales y móviles. Las calles están sin asfaltar. Salta a la vista que todo el mundo vive de la agricultura. Son gentes de economía humilde.

Me encontré con un hombre y con gestos le pregunté que dónde podía comer. Me contestó que lo tenía jodido. No había ni bar. Sólo vi una especie de modestísima tienda. Me dio la impresión que cada uno comía de lo que tenía y apenas necesitaba comprar.

Mi amigo vinatero, anfitrión y coetáneo de Trebujeni.
Más adelante me encontré con otro hombre al que saludé. Me contestó como a regañadientes, pero a los pocos segundos reaccionó, me llamó y me invitó a tomar unos vinos. Era vino hecho por él que estaba a medio fermentar y que para ofrecerme una taza en la que bebían él y todos los vecinos que pasaban tuvo que apartar un millar de avispas, mosquitos y restos de una capa encima del vino. Me dije que de algo había que morir y si era a causa del vino no iba a ser mala muerte. Me debió ver beber con ganas pues siguió sacando vasos de vino del bidón que íbamos compartiendo entre nosotros y con un vecino que pasaba al que me presentó.

Como se había leído la Biblia sabía aquello de no sólo de vino vive el hombre, así que me sacó un trozo de pan con longaniza, insistiéndome que el pan lo hacían en casa. Luego vendrían más tragos de vino de otros bidones y más pan con otros embutidos. La conversación fue escasa, muy escasa, pues salvo las palabras que coinciden en los dos idiomas, como casa y vino, poco más teníamos que hablar. Le dije que era de España y no paraba de hacer gestos indicando que España estaba muy lejos y más tragos de vino y más pan hecho en casa. La otra comunicación importante que tuvimos fue averiguar que los dos tenemos la misma edad. Luego llegó la despedida y mi agradecimiento eterno recordando que quien da todo lo que tiene no está obligado a más.

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