Zemun. Serbia
21/09/2018
Me encontré esta curiosa tienda |
En Zemun vi este recuerdo a los muertos en la última guerra de los Balcanes. |
A unos quince
kilómetros de Belgrado está Zemun, es un antiguo pueblo de
pescadores (de río) que ahora vive del turismo, al que se llega por
bus urbano. Tiene su encanto la parte vieja, que está en cuesta y
apenas es visitada por los turistas, que prefieren quedarse en la
zona desarrollada junto al Danubio que está llena de terrazas como
cualquier localidad costera. Si no fuera porque después del agua del
Danubio ves la orilla del otro lado del río bien podría pensarse
que estás en el mar.
En esta localidad he
visto los váteres callejeros más atómicos de mi vida. Había uno
junto a la orilla del Danubio. Estaba cerrado. Una mujer y un hombre
esperaban. Hice cola. Se abrió la puerta y salió una mujer. Como vi
que las otras personas que esperaban no entraban, deduje que la
estaban esperando y me metí yo. Vaya bronca que me llevé en serbio.
Ese serbio que está al alcance todos los que no lo hablamos. Que
cómo se me ocurría meterme, que si no sabía esperar mi turno, que
así no funcionan las cosas,… Pedí disculpas y me salí. Pero no
entró nadie. Miraba perplejo sin entender. La puerta se cerró y
todos esperando.
Este es el váter. Se entrevé el hombre que quería engañar al ojo atómico, pero tuvo que salir. |
Parte alta de Zemun con el Danubio al fondo. |
El váter tiene un ciclo de desinfección después
de cada uso. Uno entra, hace sus necesidades, se lava, se seca, se
asea, pulsa un botón y sale a la calle. La puerta se cierra y
comienza a girar el interior del váter, se limpia todo y se
desinfecta. Con unas luces en el exterior te va indicando cuál es el
proceso de desinfección, y tú mientras meándote. Las dos mujeres
se fueron. El hombre que hacía cola entró sin esperar el proceso,
pero el váter es sumamente inteligente y con voz robótica le dijo
en serbio que saliera, que no había realizado la limpieza. El
hombre, que debía mearse se escondió a un lado para que el ojo del
váter no lo detectara. No le sirvió. Le insistió que saliera. Aún
intentó un nuevo engaño pero no coló. Tuvo que salir, apretar una
pierna contra otra para evitar mearse a las puertas del váter más
atómico del mundo y esperar a que el juego de luces se pusiera
verde. Por fin pudo mear. Yo esperé toda la desinfección y después
de un buen rato también pude orinar en un váter impoluto.
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