La misa. Serbia
21/9/2018
Ésta y la de abajo son dos iglesias que están situadas en el Belgrado antiguo. Imprescindible su visita. |
Estaba paseando por
la parte más antigua de Belgrado, donde estaba el Belgrado original,
viendo la desembocadura del Sava en el Danubio, cuando escucho unos
cánticos que me evocaron a los gregorianos.
Sigo el sonido y llego a
una iglesia donde estaban celebrando una ceremonia religiosa, una
misa ortodoxa serbia. Así que entré para ver los ritos por los que
complacen a Dios, y escuchar los cánticos. Los cánticos me
sedujeron. Estuve a punto de pedir el ingreso en el convento. Voces
de hombres que iban desde las más agudas y afeminadas hasta las más
graves.
Ésta y la de arriba son dos iglesias que están situadas en el Belgrado antiguo. Imprescindible su visita |
El interior de la iglesia era un espacio abierto con sólo
unas pocas sillas en los lados junto a las paredes laterales. Entré
y por estar más cómodo me senté en la primera silla que vi libre a
mi izquierda. Estaban todas desocupadas porque los feligreses estaban
en el espacio abierto pasando en fila a besar un cristal. No llevaría
ni un minuto sentado cuando una mujer mayor gritándome me dijo en un
serbio que entendí sin traductor que me fuera de allí, impío
pecador y ultrajador de la religión serbia.
Me levanté rápidamente
dispuesto a irme, pero vi que con el dedo no señalaba la salida,
sino las sillas del otro lado. Enseguida lo comprendí. Me había ido
a sentar en la bancada de las mujeres. ¡Qué osadía! Ya en mi
sitio, en compañía de seres barbados, fui haciendo lo que ellos
hacían para no molestar. Se pusieron en fila mirando al centro, yo
hice lo mismo y pasó un sacerdote con su incensario dándonos a cada
uno nuestra ración de aroma, que es la misma que la de las iglesias
católicas de España.
Aunque no se aprecia en la fotografía las lámparas están fabricadas con casquillos de bala. |
Con tanta devoción y misticismo alcé mis
ojos al cielo del recinto y cuál fue mi sorpresa al descubrir que
las lámparas que nos alumbraban estaban hechas con casquillos de
balas. Imagino que habían servido para acercar a algún ser humano
con presteza a Dios.
Al final de la
ceremonia, en vez de repartir hostias, daban un puñado de unos cubos
que los feligreses comían como si fuera un merienda. Generosos.
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