Como no había salido apenas con la
bici antes de realizar el camino, comienzo a sentir cierta fatiga
muscular que no me impiden disfrutar de algunas imágenes
espectaculares como la ría del Navia o la impresionante llegada a
Ribadeo pasando un largo puente, que a pesar de estar totalmente
protegido para los peatones y ciclistas el vértigo me hace
disfrutarlo menos. Me he sentido abrumado hasta el punto de ser
incapaz de pararme en el medio para hacerme una foto.
He paseado por un Ribadeo que todavía
estaba medio dormido y luego me he ido hasta Mondoñedo. Mucha cuesta
de bajada, malo. He descansado, callejeado y hablado con la argentina
que está al frente de la oficina de turismo jugando con las palabras
tango y gotán (en lunfardo) ya que iba camino de Gontán, mi próximo
destino.
La subida desde Mondoñedo hasta poco
antes de Gontán es para sufrir, por el calor y las rampas que en
algún tramo supera el 15% de desnivel.
Me he encontrado a una gallega y le he
preguntado por el resto de la carretera. Como buena gallega ni
faltaba mucho, ni poco, ni era empinada la carretera, ni no. Cuando
le he insistido con la esperanza de que quedara poco y no hubiera
mucha pendiente, como si estuviera en su mano me lo ha negociado y me
lo ha dejado corto el tramo y mediana la pendiente. Si negocio un
poco más me lo deja en unos cientos de metros llanos. La realidad
era que no tenía poderes y la cuesta era larga y el final lejano.
En Gontán a la hora de comer, una
camarera vestida de negro, con el aspecto de haber dejado las vacas
hacía un rato hablaba un spanglis muy meritorio diciendo “no tengo
fis”. El menú también muy digno, de primero patatas con carne y
de segundo carne con patatas. Era lo que había.