Las palomitas.
Serbia. 26 septiembre 20018
Si se tiene en
cuenta el número de puestos callejeros que venden palomitas de maíz
y helados, llegamos fácilmente a la conclusión que para que estos
negocios sobrevivan es necesario que cada serbio se coma media docena
de bolsas de palomitas cada día y cinco helados.
Cada pocos pasos hay
un puesto. Es economía de subsistencia. No puede dar mucho de sí.
Es obvio. A veces veo a una chica en su puesto de palomitas, detrás
de una montaña de copos de maíz y que se lleva un puñado de su
mercancía a la boca. Tiene que ser el hastío porque pasarse ocho o
diez horas diarias detrás de un montón de palomitas un día sí y
otro también tiene que ser motivo suficiente para aborrecerlas.
Me ha llamado la
atención la forma correcta de vestir de los vendedores. No tenía
por qué ser incorrecta, por supuesto, pero algunos parecen trabajar
para el Corte Inglés, con su traje y su compostura de dandi
esperando que alguien compre un cucurucho de palomitas o un helado
con el mismo sabor que el del puesto que está a ciento cincuenta
metros.
Es la economía de
supervivencia.
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