El muerto. Serbia 23
septiembre 2018
La calle Mihaila de
Belgrado es peatonal. Viene a ser como Las Ramblas de Barcelona,
donde se dan cita todos los turistas. Muchos de los días que he
estado en Belgrado, antes de volver a casa me daba un paseo de
extremo a extremo de la calle donde hay algún espectáculo callejero
(muy pocos), y un buen ambiente.
Toda Serbia está
lleno de dos tipos de puestos callejeros; los de helados y los que
venden palomitas.
En la calle Mihaila,
al final había un puesto de helados. Paseando llegué hasta el
final, vi a dos policías y dos paisanos, que no llamaban la
atención, la gente paseaba tranquilamente, como todos los días,
pero a mí me llamó la atención que a sus pies había una persona a
la que habían puesto un plástico para cubrirla. Era un hombre
muerto.
Es uno de esos
momentos de meditación obligada. Un hombre que había salido de su
casa con las ilusiones de todos los días y que sin imaginarlo había
encontrado el final junto a un puesto callejero de venta de helados.
Supuse que había sido una muerte fulminante.
Al día siguiente,
cuando pasé por el mismo lugar, el puesto de helados estaba cerrado
y también al siguiente, por lo que deduje que el muerto era el
hombre que tenía el puesto. Al cuarto día el puesto estaba abierto.
Ignoro si sería el mismo hombre o ya tenía un sustituto siguiendo
la máxima de “el muerto al hoyo y el vivo al bollo”.
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