El cementerio
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Con atención se puede ver el monte Ararat. |
Ya es un clásico en mí que visite
algún cementerio de los lugares donde voy. Como estaba cerca del
lugar donde vivo, me he acercado caminando. En el recorrido me he
encontrado un pequeño lago artificial al que he dado la vuelta
completa, pero mi sorpresa, una sorpresa deslumbrante ha sido ver que
al fondo estaba el monte Ararat. El monte Ararat es una mole
impresionante que mide más de cinco mil metros de altura. Aunque en
su día fue armenio, en la actualidad pertenece a Turquía. No forma
parte de una cordillera, sino que se levanta él solo, con otro pico
a cierta distancia. Ereván está a mil metros de altura y los más
de cuatro mil de diferencia resultan majestuosos con sus cumbres
nevadas. Una imagen de postal. La fotografía es la que ha querido
hacer la cámara. Yo solo apunto y disparo.
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Lápida del cementerio de Ereván |
En el cementerio, lo he escrito en
otras ocasiones se ve cómo los vivos tratan a los muertos. Es
curioso. Hay mucha apariencia inmediata y una dejadez posterior. En
las tumbas los familiares supervivientes se dejan una auténtica
fortuna, pero eso es todo, porque está lleno de hierbas, las flores
deben ser las del primer día y el descuido es grande. Muchísimas
lápidas tienen un bajorrelieve con la imagen del fallecido. He
imaginado que las harían con ordenador, que era una moda reciente,
pero luego he ido observando que las había de los años cincuenta.
Parecen fotografías, algunas de tamaño natural y otras, de bustos,
mayores que el natural.
A pesar de ser domingo y de haber
decenas de miles de muertos, yo era de los pocos visitantes que
tenían. Los muertos de Ereván descansan demasiado.
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