martes, 5 de agosto de 2014

Llegada a Santiago e inmediatamente pa casa


Sólo faltaban unos 40 kilómetros para llegar a Santiago en la última mañana de bicicleta. He madrugado, como todos los días, y he esperado un rato en la calle mientras me abrían la puerta para recoger la bici. El recorrido gallego ha resultado divertido. Lo único molesto es que a veces, los que han señalizado el camino, para evitar coincidir con carreteras, te obligan a cruzar una y otra vez la carretera para ir por caminos o antiguas carreteras abandonadas que aún te ponen más en peligro al obligarte a cruzar y volver a cruzar para hacer sólo un ciento de metros en tramos absurdos, duros y sin sentido. Pero las flechas amarillas mandan.
Es el día en que me encuentro a más peregrinos. Ya están llegando a Santiago y en todos se les ve la cara de satisfacción pues van a culminar un recorrido que en algunos casos es de meses por senderos.

Sobre las 10:30 de la mañana llego a Santiago. Foto de rigor y a otra cosa. Ni siquiera sello la credencial. Me voy callejeando hasta la estación de autobuses y con dos bolsas de basura envuelvo la bicicleta para meterla en el autobús. Compro comida para el camino, el autobús sale a las dos de la tarde y no voy a llegar a casa hasta las 9:30 de la mañana del día siguiente, y preparo lo mejor que puedo lo que deberá ser mi ocio en tantas horas de viaje. 

A las tres de la mañana llegada a Zaragoza y coincidencia con otro ciclista que había viajado en el mismo autobús y que había hecho la misma ruta que yo. Estaba un tanto aturdido por las horas de la madrugada. Montó la bicicleta para ir sobre ella hasta su casa, que estaba a quince minutos según me dice, pero después de irse, cuando yo estaba esperando a mi autobús que salía a las 7:30 de la mañana, ya habían pasado los quince minutos y lo veo perdido dando vueltas porque, deduje, no encontraba la salida de la estación.

Entonces llegué a la conclusión de que para las pérdidas no sirve de nada un GPSA, él lo llevaba y yo no. Lo más interesante es saber italiano, porque todos los caminos conducen a Roma.

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