Monumento a León Felipe en su pueblo, Tabara lugar donde encontré al despistado tinerfeño. |
Con
toda seguridad Santos Soro es el alcañizano que más sabe sobre los diversos
caminos de Santiago. Siempre ha dicho que el camino de levante pasa por
Alcañiz. Pero me he encontrado a un valenciano en Zamora que me ha dicho que
pasa por Toledo y Zamora. Me ha dado toda clase de explicaciones y no he
discutido. El valenciano en cuestión salió de Valencia con la bicicleta y
siguiendo la ruta valenciana ha coincidido conmigo en Zamora. Salimos juntos.
Es de los ciclistas que para pedalear pone un plato pequeño y da más vueltas con
las piernas que un molino puesto mirando al cierzo. Ese tipo de ciclistas
siempre puede conmigo. Yo soy todo lo contrario, creo que no he puesto el plato
pequeño en todo el camino. Van más rápido que yo. Me aconsejan, pero no puedo
asimilar la práctica de su perfecta teoría. Salimos juntos, pero pronto me di
cuenta de que donde las dan las toman y si un par de días antes me había
sentido ufano por mi “victoria” sobre unos jóvenes, intenté seguir el ritmo del
valenciano, pero pronto ha acabado conmigo. Durante un rato lo estaba
siguiendo, luego durante otro rato lo he seguido con la vista abrigando la
esperanza de que podría alcanzarle si bajaba un poco el ritmo, pero he tenido
que aceptar su fortaleza, he agachado la cabeza y he aceptado que donde las dan
las toman.
Cuando
me he quedado solo me ha costado tiempo coger mi ritmo, lo que me ha costado
tanto que después de hacer unos pocos kilómetros por camino he pensado en hacer
pocos kilómetros en el día y luego me he sentido más a gusto llevando el ritmo
más regular de la carretera. Así que le he echado muchos pedales por carretera
hasta llegar a Puebla de Sanabria a comer. Me hubiera parado antes de haber
encontrado un pueblo donde sirvieran comidas.
Una vez más, y van un montón, encontrándome con Alcañices. Si los de Alcañiz tenemos nariz, los de Alcañices tienen narices. |
Visita
a Puebla de Sanabria, población muy bien cuidada, de postal, con sus pastas, a
las que me invitaron en una panadería porque sólo quería probarlas.
Algún
autorretrato fotográfico para inmortalizar mi paso por esta localidad. La moda
de los autorretratos hace años que la practico. Es una necesidad del viajero
solitario, aunque siempre que tengo ocasión pido a algún viandante que me la
haga. En Puebla había tan poca gente por la calle que tuve que alargar el brazo
y poner cara de disimulo para inmortalizarme.
La cena
en el albergue de Puebla de Sanabria, un buen albergue con su huertecillo
incluido de no más de 12 metros cuadrados, estuvo compartida con otros
ciclistas. Son un grupo que se asemeja a mis amigos de La Vuelta (hay algún
capítulo en este blog dedicado a ellos). Me invitan a ir con ellos a la mañana
siguiente, pero presupongo por las barrigas que lucen, que el ritmo que
llevamos es dispar, además al día siguiente hay algún puertecillo en el que me
gusta llevar mi ritmo.
Tomando notas de viaje en Sanabria. |
En la
cena también está un extraño ciclista tinerfeño al que he alcanzado por la
mañana y que se bajaba de la bicicleta en cuanto veía una ligera cuesta. Es
bastante más cutre que yo, que ya es decir, con un mapa de carreteras que pesa
más que la bicicleta y donde no le salen todos los pueblos del camino, por lo
que pensaba que sólo existían los del mapa y se hacía tiradas larguísimas para
poder llegar a uno que saliera, pensando que eran los únicos que tenían
albergue.
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