martes, 5 de agosto de 2014

Saliendo de Zamora, 110 kms. hasta Sanabria




Monumento a León Felipe en su pueblo, Tabara
lugar donde encontré al despistado tinerfeño.
Con toda seguridad Santos Soro es el alcañizano que más sabe sobre los diversos caminos de Santiago. Siempre ha dicho que el camino de levante pasa por Alcañiz. Pero me he encontrado a un valenciano en Zamora que me ha dicho que pasa por Toledo y Zamora. Me ha dado toda clase de explicaciones y no he discutido. El valenciano en cuestión salió de Valencia con la bicicleta y siguiendo la ruta valenciana ha coincidido conmigo en Zamora. Salimos juntos. Es de los ciclistas que para pedalear pone un plato pequeño y da más vueltas con las piernas que un molino puesto mirando al cierzo. Ese tipo de ciclistas siempre puede conmigo. Yo soy todo lo contrario, creo que no he puesto el plato pequeño en todo el camino. Van más rápido que yo. Me aconsejan, pero no puedo asimilar la práctica de su perfecta teoría. Salimos juntos, pero pronto me di cuenta de que donde las dan las toman y si un par de días antes me había sentido ufano por mi “victoria” sobre unos jóvenes, intenté seguir el ritmo del valenciano, pero pronto ha acabado conmigo. Durante un rato lo estaba siguiendo, luego durante otro rato lo he seguido con la vista abrigando la esperanza de que podría alcanzarle si bajaba un poco el ritmo, pero he tenido que aceptar su fortaleza, he agachado la cabeza y he aceptado que donde las dan las toman.
Cuando me he quedado solo me ha costado tiempo coger mi ritmo, lo que me ha costado tanto que después de hacer unos pocos kilómetros por camino he pensado en hacer pocos kilómetros en el día y luego me he sentido más a gusto llevando el ritmo más regular de la carretera. Así que le he echado muchos pedales por carretera hasta llegar a Puebla de Sanabria a comer. Me hubiera parado antes de haber encontrado un pueblo donde sirvieran comidas.
Una vez más, y van un montón, encontrándome con Alcañices.
Si los de Alcañiz tenemos nariz, los de Alcañices tienen narices.
Visita a Puebla de Sanabria, población muy bien cuidada, de postal, con sus pastas, a las que me invitaron en una panadería porque sólo quería probarlas.
Algún autorretrato fotográfico para inmortalizar mi paso por esta localidad. La moda de los autorretratos hace años que la practico. Es una necesidad del viajero solitario, aunque siempre que tengo ocasión pido a algún viandante que me la haga. En Puebla había tan poca gente por la calle que tuve que alargar el brazo y poner cara de disimulo para inmortalizarme.
La cena en el albergue de Puebla de Sanabria, un buen albergue con su huertecillo incluido de no más de 12 metros cuadrados, estuvo compartida con otros ciclistas. Son un grupo que se asemeja a mis amigos de La Vuelta (hay algún capítulo en este blog dedicado a ellos). Me invitan a ir con ellos a la mañana siguiente, pero presupongo por las barrigas que lucen, que el ritmo que llevamos es dispar, además al día siguiente hay algún puertecillo en el que me gusta llevar mi ritmo.

Tomando notas de viaje en Sanabria.
En la cena también está un extraño ciclista tinerfeño al que he alcanzado por la mañana y que se bajaba de la bicicleta en cuanto veía una ligera cuesta. Es bastante más cutre que yo, que ya es decir, con un mapa de carreteras que pesa más que la bicicleta y donde no le salen todos los pueblos del camino, por lo que pensaba que sólo existían los del mapa y se hacía tiradas larguísimas para poder llegar a uno que saliera, pensando que eran los únicos que tenían albergue. 

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