En
Calzada de Béjar me paro a comer, una población donde hay más plazas hosteleras
que habitantes, donde el bar anuncia menú y cierra a la hora de comer. En el
albergue me sirven pasta y huevos fritos. Todavía mantengo alguna duda de si
seguir o quedarme, porque no ando bien. Tres peregrinas han decidido quedarse y
me invitan a que me quede con ellas con el argumento de que son tres mujeres y
no tienen a ningún hombre. La decisión está tomada, voy a seguir porque
acumulan simpatía, muchos pellejos y demasiados años. Estando descansando
llegan tres ciclistas, dos catalanes y un brasileño, bien pertrechados con sus
bicicletas ultramodernas, con sus gepeeses, con sus treinta años, con sus
mochilas con agua con tubillo hasta la boca, con su ropa perfectamente adecuada
al recorrido, con sus frenos de disco y amortiguadores que cuando vieron mi
bicicleta antigua, sin amortiguadores, con sus zapatas desgastadas, con su
sillín roído, con guasa, pero amigablemente, me dijeron que llevaban grasa para
mis amortiguadores. Si van a continuar, les espero. Me cuentan lo bien que suben, lo mucho que corren, los
muchos kilómetros que hacen.
Salimos
juntos en dirección a Fuenterroble de Salvatierra. Pronto uno de ellos marca el
ritmo y el liderazgo. Le sigo a duras penas, los otros dos enseguida se quedan.
Cuando hay algún repecho acelera, me deja atrás y tengo que recuperar. No lo
voy a poder seguir. Acelera en distancias cortas y luego baja el ritmo para
esperarme. Comienza la subida que nos llevará hasta Valdelacasa. La iniciamos
los dos juntos. Acelera sin consideración al pobre anciano que le sigue. A
duras penas consigo no perder el contacto, llega una zona donde la subida es
más suave y veo que afloja, necesitaba descansar, iba de farol. Yo no renuncio
a ninguna pedalada y sigo al mismo ritmo. Se queda clavado y me crezco. En lo
alto le saco más de cinco minutos. Le espero. Luego en otra subida, vuelve a
intentarlo, pero dejo bien claro que la fortaleza está en mis piernas y en la
vieja bicicleta sin amortiguadores, ni frenos de disco, ni ná. Como diría mi
amigo el Colo
mbiano, se pudo ver ciclismo del bueno.
En
Fuenterroble nos agrupamos los cuatro e intentamos preparar la cena para
compartir, pero es domingo y la única tienda está cerrada. Nos deparaba una
agradable sorpresa.
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