Francisco
y yo nos levantamos a la misma hora, aunque no ha habido acuerdo, y nos
separamos, él sigue por carretera y yo por caminos. Es el sábado 14 de junio y
el camino nos vuelve a hacer coincidir un par de veces, pero él se queda en
Cáceres y yo en Cáceres sólo almuerzo fruta y zumo (versiones de lo mismo),
callejeo un poco, aunque más de la cuenta porque me pierdo y me pierden. Aquí
el camino es un secarral, así que decido ir por carretera, porque calor por
calor y falta de sombra por falta de sombra, por lo menos que me permita llevar
un buen ritmo. Además
Los romanosa, cada mil pasos ponían un pedrusco como este, que hoy admiramos. Tendremos que guardar nuestros mojones que serán admirados por nuestros tataranietos. |
las obras del AVE dificultan aún más el trayecto. Por la carretera me voy encontrando peregrinos que están aplatanados en busca de alguna sombra. Un taiwanés y una holandesa están algo perdidos en busca de un albergue en medio de la nada junto al embalse de Alcántara. Con los mapas de ambos deducimos que por allí no hay ninguno, así que deciden dar marcha atrás. Poco más adelante lo encuentro, así que me vuelvo a encontrarles e informarles. Alegría compartida.
Muchos miliarios y piedras de la calzada, que estaban en posición horizontal, ahora están en vertical haciendo de muros de fincas. |
De
tanto calor como hace llego a beberme el botellín de medio litro que llevo en
la bicicleta.
Después
del puerto de Los Castaños que está coronado por las castañas de un puticlú
llego a Grimaldo donde parece que me están esperando. Antes de parar la bici ya
me indican dónde está el albergue, dónde puedo dejar la bici y dónde comer. Todo
estaba en el mismo sitio. Soy obediente y cumplo y me abren el albergue que es
todo para mí. No vino ningún peregrino más.
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