En el
pueblo no hay ni tienda, pero sí dos bares. Así que no puedo comprar.
Generalmente lo que hago es comprar fruta y algo más para cenar y desayunar y
la comida la hago en algún bar o restaurante, que suelen ofrecer un buen menú
por unos ocho euros.
El
albergue es realmente cutre. En un población pequeña no da para más. Es lo que
hay. Francisco es otro bicigrino que está en el albergue y que hace el camino
arrastrando una innecesaria tienda de campaña y no sé cuántas cosas más que
lastran su marcha. En torno a un plato de pasta vamos contando nuestras penas y
vivencias. Mientras, en el albergue, permanecen una pareja de hermanos
norteamericanos que están haciendo el camino andando y que llevan durmiendo
desde las cinco de la tarde, y así seguirán hasta las seis y media de la mañana
del día siguiente, además, antes de las cinco habían echado una siesta de una
hora.
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