Los
viajes están llenos de construcciones, que permanecen y se pueden visitar en
cualquier momento, y de historias que sólo las puedes vivir si las coges en el
momento adecuado, porque van caminando con las gentes que las protagonizan de
un lado a otro hasta morir.
Alejandro
tenía su historia. Alejandro es la persona que no había podido acabar de leer
la oración y que a mí me despertó de la indiferencia. Preguntado por un qué le pasó, cuando estábamos sólo otras tres
personas, Alejandro nos contó su historia.
Alejandro
trabajaba en una orquesta musical. Las cosas le iban bien. Tuvo una nieta con
problemas de salud que le han obligado, desde su nacimiento, a estar en una
especie de burbuja de la que no puede salir, hasta el punto que ahora tiene
cuatro años y no sabe andar porque su situación impide que pueda dar ningún
paso, ni gatear. Las comidas, que son especiales, algunos extras sanitarios que
debe abonar la familia, tienen a toda la familia trabajando para la niña
enferma. Alejandro se quedó sin trabajo y para seguir ayudando a su nieta ha
vendido todos sus bienes, sólo le queda su vivienda y después de hacer el
camino de Santiago lo venderá y entregará el dinero para su nieta. El camino de
Santiago sanabrés que está caminando lo está haciendo sin dinero, viviendo de
lo que le dan, hablando por teléfono con su familia cuando alguien le deja su
móvil.
Nos lo contó
entre lágrimas y así lo transcribo por haberme conmovido. Luego, en otros
puntos del camino me fui encontrando con otros peregrinos que conocían su
historia.
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