Liemerick
El poeta en su teatrillo de la vida del bar |
Desde que leí “Las cenizas de Ángela” de Frank McCourt sentí
el deseo de conocer Liemerick y su río, el Shannon. En mi recuerdo figuraban las
calles inmundas y no sé por qué un río miserable, sucio y pequeño.
Me fui a Liemerick.
A pesar de la cara el té estaba bueno. |
Liemerick bien merece la visita de un
día. Hay autobuses a todas horas. Es una ciudad totalmente distinta a Dublín.
Mucho más pequeña, pero muy viva. Recorrerla entera no lleva mucho tiempo, pero
callejear, hablar con sus gentes, tomar unas cervezas, se convierte en una
experiencia agradable. Además es mucho más barata que Dublín, y eso también se
agradece. Comí como un general y pensé que iba a tener que tirar de tarjeta de
crédito para pagar, pero cuál fue mi sorpresa cuando sólo me pidieron seis
euros incluido el té.
El hermoso río Shannon que creía ruín. |
Comí en la Casa Blanca, ellos lo escriben en inglés. Un
lugar recomendable. Allí hay una especie de teatrillo que cobija en su interior
a un poeta, que como los románticos allí está escribiendo poemas, diseñando
carteles que anuncian sus libros y recitales y manteniendo conversación
pausada, muy pausada con quien se acerca a él. No sabía dónde había vivido
Frank McCourt pero se deshacía en explicaciones. Poéticas explicaciones
seguramente. Se le enredaba su bolígrafo con un hilo de su chaqueta y lo
desliaba con parsimonia como si estuviera sacando el poema jamás pensado.
Cerveza en Liemerick rubricando mi estancia
y el recuerdo de las que tomaban los coetá-
neos de Frank McCourt.
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El barrio donde vivía McCourt ahora es diáfano, limpio,
amplio. El río Shannon, que yo creía riachuelo, es más caudaloso que quince
Ebros. La vida bulliciosa de estos
irlandeses nada tiene que ver con la mísera que debieron tener sus antecesores
cuando presionados por la miseria se vieron obligados a irse a América para
encontrar un mendrugo que llevarse a la boca. Con una pinta rubriqué mi
estancia en Liemerick.