Marruecos, mejor el norte de África tiene unas ciudades agotadoras. No porque uno se canse de caminar por ellas, sino porque en cada esquina le aguarda un guía que es el encargado de llevarle, sin que uno se dé cuenta hasta el puesto de especias más cercano para obligarle a comprar algo.
Todos responden al mismo patrón. Aparecen como de la nada. Sin que te des cuenta llevan un trecho caminando junto a ti, sin que les hayas dicho nada, seguramente por el respirar saben que eres español y en pocos minutos estás hablando de fútbol con él, aunque no tengas ningún interés por ese deporte, pero es que se saben hasta la alineación de los juveniles del Alcañiz. Te obligan a decidirte por el Madrid o el Barcelona y entonces es cuando te das cuenta que la providencia te ha enjaretado un guía. Cuando vas a decirle que no quieres ningún guía y que no vas a pagarle ni un duro, te leen la cara, se te adelantan y te dicen que ellos no son guías, que pasaban por allí y quieren ayudarte, que ellos no quieren dinero, que sólo lo hacen porque el pueblo marroquí y el español son como hermanos. Luego te dice que has sido afortunado porque hoy es el único día que los bereberes hacen no sé qué. Porque en Marruecos sólo trabajan lo bereberes y sólo el día que llega un turista. El resto del año no hacen nada. Cuando te dicen eso, debes saber que has caído en sus redes. A partir de ese momento dependiendo de la habilidad de cada uno van metiéndote en la ruta que tú no lo sabías, pero es la que te han trazado. Uno te dirá que su padre trabaja en una peletería y ya que va a verlo te enseñará la forma tradicional de curtir las pieles. Yo no cobro. Yo no soy guía juran y perjurán por Alá. Cuando en animada conversación llegas al lugar donde el supuesto padre trabaja puedes escuchar una conversación en árabe con uno que está por la puerta. La traducción viene a ser: “Traigo a este pringao para ver el cochambroso sitio este, dile que eres el guarda, que entrar tiene un precio de 20 dirhams y luego nos lo repartimos”. Entonces se te acerca un individuo famélico y te cobra 20 dirhams por entrar en lugar vomitivo en el que en la vida entrarías ni aún por un montón de dinero. Cierto, tu guía no te ha pedido dinero, pero parte del botín irá a su bolsillo.
Otro te puede coger de la mano, preguntarte de dónde eres y cantar “mi carro me lo robaron,…” que no deja de tener su gracia. Controlas la risa para que no sea conocedor que te tiene casi atrapado y luego se suelta con un bolero. La situación es tan graciosa que participas con él haciéndole los coros en medio del zoco. No es tu guía. No te va a cobrar, pero cuando pasas frente a una peluquería te dice que le hace falta un corte de pelo y no tiene dinero, así que ya puedes deducir qué se debe hacer en estos casos.
Bueno pues en esta mañana he tenido estos tres guías, cierto, y dos más que en un momento se han peleado por mí diciendo que uno me había visto primero y otro más que me ha dado un golpe al no entrar en su juego. Una mañana divertida.
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