Esta es la iglesia abarrotada en una celebración
nocturna
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Había decidido que
esta iba a ser una noche tranquila, he paseado por lugares huyendo de
encontrarme con los muchos amigos que tengo para no hacer demasiado
tarde, porque mi intención era irme a casa pronto y pasar un rato
leyendo antes de acostarme.
Todavía tenía una última experiencia que vivir. Primero me había sorprendido ver sobre las diez de la noche una iglesia totalmente abarrotada. He preguntado y era una misa en honor a un determinado santo del que he olvidado el nombre. La experiencia religiosa todavía no había acabado. Sigo por Cienfuegos, en calles apenas iluminadas y escucho voces,
cristos que se nombraban muchas veces, redenciones, pecadores y
palabras semejantes. Apenas distingo bultos de personas a unos diez metros de mi. Para que no
me lo cuenten me acerco y estaban tres personas exorcizando a un
anciano borracho que lo único que conocía del Nuevo Testamento era las bodas de Cana.
Algunos de los que estaban observando aseguraban
que habían visto salir al diablo y yo doblemente sorprendido por tal afirmación y por la buena vista que tenían los que lo habían visto salir pues no se veía nada hasta estar encima de los protagonistas. Los cristianos no debían estar
muy seguros de la salida del diablo porque no cejaban en su insistencia. Le llamaban a encontrar el buen
camino, le abrazaban y cuando le soltaban se caía de la cogorza que
llevaba.
En esta oscuridad vieron salir al diablo
y redimieron al borracho.
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Yo pensaba que hacía falta algo más que exorcismos para
recuperar al borracho, pero tanta ha sido la insistencia que al final
ha reaccionado, se ha puesto a llorar, a pedir perdón y a hacer
propósito de enmienda. Los cristianos le abrazaban, le daban la
bienvenida al mundo de Cristo y no paraban de decirle lo mucho que le
querían.
Debo confesar que si
me emborracho creo que no estoy preparado para esto.
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