jueves, 29 de diciembre de 2011

La República de Balde

Cada cual tiene sus ilusiones, sus sueños. En la mayoría de las ocasiones es imposible hacerlos realidad. Este era mi sueño y poco a poco lo puedo ir haciendo realidad.
¿Qué es la República de Balde? Básicamente un lugar donde estar. Para alguno será nada más que una casa de campo y una huerta. Y es eso, aunque la ilusión y las ilusiones pueden dibujar sobre un terreno todo un mundo, tan inmenso, tan extenso, que sé que nunca lo podré ni acabar, ni abarcar.
Parte habitable y navegable de la República. Oto es (era) el perro negro.
Ya dije que es un lugar donde voy a trabajar, en Balde, a pensar, en Balde, a cultivar, en Balde, a filosofar, en Balde. Porque somos efímeros y todo paso que damos ahora estará en el olvido en el futuro. Al cabo todo es en Balde. Y allí construyo castillos en el aire y caballeros que los habitan y damas que se esconden y sacerdotes que no creen en nada e ilusiones que se desmoronan cuando apilo piedras, cuando paso de los sueños a los hechos.
También Balde es un proyecto que se va sustanciando cada día que voy. Unos días limpiando las hojas de los chopos que me hacen recordar que como Sísifo estoy condenado (estamos condenados) a repetir las mismas tareas. Me rebelo y dejan de ser penosas. Sísifo sube a la montaña mirando el valle. Cuando llega arriba con su pesada carga, sabe que podrá volver a disfrutar con la ascensión en otro momento. Retaré al destino y subiré por otra senda.
Las hojas juegan conmigo y se me escapan, las amontono, las prendo fuego, las utilizo como abono y en el huerto las convierto en patatas y lechugas que me alimentarán mis músculos y mi cerebro para seguir imaginando y seguir recogiendo hojas el próximo invierno. Nuevamente Sísifo. Nuevamente los ciclos. ¿Acaso no es todo en Balde?
No es una condena. Es un placer, es un reto. Un placer y un reto en Balde.

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