La comunicación. Moldavia.
Septiembre 2019
Moldavia es el país europeo
que menos turistas recibe y entre los que menos del mundo. En más de una
ocasión he sentido la sensación de ser la única persona extranjera que veían
algunas personas.
La falta de turismo se
traduce en algunas cosas curiosas. Lo primero es que muy poca gente habla
inglés y les resulta inhabitual comunicarse por gestos para hacerse entender.
En muchas ocasiones una persona me decía algo tranquilamente y me lo repetía
una y otra vez mirándome con cara de decir “si te lo estoy diciendo tan
clarico, ¿cómo es que no lo entiendes?, no te preocupes que te lo vuelvo a
repetir y pacientemente me lo repetía.
Yo, que habitualmente
manopleo mucho cuando hablo, cuando intento hacerme entender con un moldavo,
todavía más, hasta el punto que una persona viendo toda mi jerga de movimientos
y mi maestría se acercó a mí creyendo que era sordomudo y se puso a hablarme
con el lenguaje de los signos. El sordomudo era él y cuando vio que no había
forma de entendernos me hizo un gesto diciendo ahí te quedas.
Entré en una peluquería a
cortarme el pelo. Posiblemente no se habían visto nunca en esa situación de
tener a un guiri como cliente. Había cuatro peluqueras, dos estaban cortando el
pelo a otros hombres y otras dos esperaban nuevos clientes. Las cuatro se
quedaron paradas cuando me vieron, y no por mi hermosura. Esperaban a que
dijera algo. Con gestos les dije que me iba a cortar el pelo. Se miraron
extrañadas. Luego hablaron entre ellas, me miraron y una de las que estaba desocupada
me hizo saber que no me lo cortaba. Le pregunté por qué y me dio una
explicación que no entendí. La otra desocupada se hizo la desentendida. Creí
que era mal recibido y no sabía por qué. Luego, una de las que estaba cortando
el pelo a un hombre, me dijo que esperara que ella me lo cortaría. Entraron
otros hombres y las desocupadas los atendieron mientras yo esperaba. Luego la
que me dijo que me lo cortaría me lo cortó. No hubo ningún problema. Pensando
en la situación llegué a la conclusión de que no me lo cortaban por miedo a
aventurarse con un hombre al que no entendían.