El problema que existe entre Cataluña
y el resto de España, es un problema publicitario que ha ganado
claramente el independentismo catalán.
Hace unos años se desató una campaña
publicitaria entre Coca Cola y Pepsi. En España la ganó claramente
Coca Cola (hace muchos años que no veo una Pepsi). La ganó Coca
Cola porque hizo creer que por el hecho de beber ese refresco íbamos
a tener mejores parejas, los días de calor íbamos a vivirlos
refrescados, con sólo tomar una Coca Cola en nuestras manos íbamos
a acceder al mejor deportivo. Íbamos a cerrar los ojos y al abrirlos
nos íbamos a encontrar en una playa de ensueño, todos iban a ser
amigos nuestros incondicionales y estupideces así. En ningún lugar
vi ni leí nada sobre sus componentes, sobre su efecto sobre la
salud, sobre su precio de coste y de venta, sobre su contaminación,
sobre la existencia de otros refrescos,...
Finalmente ganó Coca Cola y aquí
seguimos los que no teníamos un deportivo, sin deportivo, los que
tenemos una pareja que caga y mea todos los días, siguiendo cagando
y meando y no precisamente rosas, los que no íbamos a pasar calor en
verano echándole la culpa al cambio climático y en vez de la chispa
de la vida muchos estamos electrocutados.
Hay una diferencia con el tema catalán.
El Estado español (Pepsi) no ha hecho apenas publicidad, y la que ha
hecho ha sido de pésima calidad.
He visto a catalanes salir en los
medios de comunicación diciendo que España no les quiere y escuchar
la respuesta de alguna ministra diciendo “os queremos”. El
mensaje del catalanista sonaba a solemne, a sentirse sólo,
abandonado, sin cariño, necesitado de un abrazo, pero que ya era
tarde, ya había decidido vivir sin el amor de España. La ministra
resultaba patética, ridícula, arrastrada por las circunstancias de
un amor que ni tiene, ni siente, ni falta que le hace. ¿Cuál es el
contenido? Ninguno. Si lo hubieran dejado en un lance de poetas o en
una jota de picadillo no hubiera merecido ningún comentario, pero se
ha tomado como un importante argumento independentista. No es más
que publicidad. 1-O
Uno puede ser internacionalista, bueno,
solidario, la madre de todas las oenegés, prosoviético, castrista,
humilde trabajador, ilustre filósofo, la esencia de las virtudes,
encarcelado del franquismo, pero como venga un nacionalista y te
llame facha, ya te has quedado sin argumentos. Ya no hay respuesta
posible. Ya te quedas pensando en qué habrás hecho mal, pero ya
fachita para toda la vida. Es como si cuando te estás bebiendo la
Pepsi siempre te dicen mierda. Al final cuando levantas el codo,
hasta sientes el olor y ciertas naúseas. 2-O
La publicidad, que algunos llaman
adoctrinamiento, comienza en las escuelas. Con el consentimiento de
los profesores, un día llegan a clase los empleados de Coca Cola, te
sacan al recreo y te regalan un botellín para que lo degustes con
tus amigos. Es un día con cierto halo festivo, en el que aún no ha
saltado la chispa de la vida, pero la tienes al alcance de la mano.
Es un día en que se te invita a hacer una redacción sobre la buena
bondad de nuestro pequeño mundo mundial. Entonces, siendo niño, te
preguntas ¿es posible que haya un mundo mejor que éste que me
brinda Coca Cola? Deseas que acaben las clases para llegar a casa y
pedirle a tu madre el dinero necesario para comprarte una Coca Cola.
Mientras la esperas, enciendes la televisión y ves un anuncio que
dice “al mundo entero quiero dar un mensaje de paz...” y
el niño dice “yo formo parte de esta comunidad” mientras
se impacienta por la tardanza de la madre. La labor ya está hecha.
El niño ya será un cocaloadicto de por vida. Si cuando viene la
madre le dice “no hijo mío, no te voy a dar dinero para una Coca
Cola, porque tiene mucho azúcar y puede ser dañina para tu salud,
porque no es necesario que la tomes ahora, porque no ando muy sobrada
de dinero y lo principal es que meriendes,...”, la madre, por muy
madre que sea, por mucho que la has querido hasta entonces, se ha
convertido en una facha a la que dirás “no me quieres” y
mientras se marca el 3-O podremos recrearnos con la reproducción del
1-O.
La estrategia de la publicidad es bien
simple. Repetir y repetir. El peor vehículo del mundo si sale a
todas horas en televisión pasará a ser el más vendido y los
problemas mecánicos que uno tenga pensará que son una excepción,
que es un buen coche que a él le ha salido malo. ¿Cuál ha sido el
mensaje del independentismo? ¿La chispa de la vida? No, España nos
roba. Se ha repetido como un mantra. Tanto es así, que estuve en
Australia, me encontré con unos catalanes no nacionalistas y ¿qué
me dijeron? “Es que España nos roba”. La diferencia sólo fue el
“es que”. La publicidad funciona. ¿Qué significa España nos
roba? Significa que yo, que soy parte de España, les he estado
robando. Que yo soy un ladrón. Me lo están diciendo a la cara,
porque España no tiene capacidad de robar, la tenemos cada uno de
los ciudadanos españoles. Nadie les ha dicho “a mí no me llames
ladrón o me cagaré en tu puta madre”. El eslogan publicitario ha
funcionado tan bien, que hasta los ladrones de guante blanco
catalanes lo repiten sin ninguna vergüenza, resultan creíbles y
luego va el gobierno español, que no es España, y les promete
dinero, inversiones, mejor trato, algo así como que aceptan que los
españoles les hemos robado. Así que a los pocos minutos de partido
ya vamos 4-O.
Las manifestaciones de partidarios en
la calle, el sentirse arropado, el compartir la ilusión con otra
mucha gente -si son desconocidos mucho mejor-, es otra táctica
publicitaria. El hacer creer al participante que forma parte de una
unidad poderosa, lo que Franco llamaba “una unidad de destino en lo
universal”. Muchos nos preguntamos, si según las encuestas la
sociedad catalana está dividida al cincuenta por ciento entre
independentistas y no, ¿por qué no salen los no independentistas a
la calle? Existen muchas explicaciones y muchos matices, pero
fundamentalmente es por miedo. Los independentistas señalan y se
tiene miedo a ser señalado. En todos los regímenes autoritarios, de
izquierdas o de derechas, los partidarios se han manifestado haciendo
alarde de su poderío e impunidad, los no partidarios, aunque fueran
mayor en número han tenido miedo. A favor de Franco se manifestaban
cientos de miles, en contra un ciento. Un dato histórico: los
últimos soldados de la fascista División Azul llegaron a Barcelona
en 1954 acogidos por decenas de miles de alborozados catalanes en una
manifestación popular y sin convocatoria. Nadie o casi nadie se
manifestó en contra. Los unos iban a favor de la corriente, los
otros tenían miedo. Así que con el defensa temeroso y el portero
que tiene una panadería sacando el pan del horno hemos conseguido
llegar al 5-O.
La mentira es otro de los elementos
básicos de la publicidad. Es necesario ocultar los defectos y
multiplicar por siete las virtudes. Ves a una persona bebiendo la
Coca Cola y piensas que sólo está calmando su sed, pero no es así,
tú no lo sabes pero “al mundo entero está dando un mensaje de
paz”. Va mucho más allá de lo que un ignorante como yo puede ver.
Enumerar las mentiras que dicen los independentistas sería tan
sencillo y penoso como leer y subrayar las declaraciones que han
hecho en los periódicos en los últimos diez años. Sólo voy a
comentar una que me ha llamado la atención. El señor Junqueras
(perdonen que les diga que antes de saber de su oficio pensaba que
era un picador), ha dicho que Cataluña independiente será siete
veces más rica. No está mal. Yo me pregunto ¿y qué hará el
catalán que ahora tiene un coche con siete? Y el que tenga un yate,
pasará a tener siete y el que tenga una casa, tendrá siete ¿habrá
que hacer siete comidas diarias, y siete cenas y siete desayunos? Ya
se apañarán con tanta riqueza. Quizás haya querido decir que unos
serán veintiuna veces más ricos y otros bajarán a tres y así la
división sale. Pero no me preocupa mucho. Lo que me preocupa es que
los agricultores que ahora tienen una hectárea luego tendrán siete.
No hay tierras para tanto nuevo rico. ¿Nos invadirán? ¿Será ese
el motivo por el que incluyen en Cataluña a Valencia, parte de
Aragón, Baleares,...? El 6-O ha sido en claro fuera de juego, pero
igual sube al marcador.
Un producto, para publicitarlo,
necesita más allá de su imagen corporativa, un signo de identidad y
para ello es necesario borrar todo lo que le pueda hacer sombra. Los
nacionalistas tienen la lengua. Una lengua que he escuchado en mi
casa desde mi niñez (nací en 1956), sin prohibiciones. Con siete
años asistí a misa en catalán, sin que por ello fuera un acto
clandestino, pero es necesario el martirologio. Los defensores del
imperio de la lengua catalana se cargan todo lo que está alrededor.
El catalán no es mas que el lemosín cambiado de nombre, pero se
cambia de nombre para hacer imperio, hasta el punto de hacer creer a
los que hablan lemosín que lo que hablan es catalán y el valenciano
es catalán y el mallorquín es catalán y el chapurriau es catalán.
Y será la misma lengua, pero o le llamamos lemosín o que cada uno
le llame como quiera. Pero no, la publicidad bien manejada nos hace
creer a todos que lo que se habla es catalán. Otro gol que sube al
marcador porque la defensa estaba hablando con los delanteros sobre
cómo comunicarse y ya vamos 7-O.
Democracia, derecho a decidir,
libertad. Todo buen producto debe publicitarse con palabras que sean
irrefutables. Cómo puede decir alguien no a la democracia, no al
derecho a decidir, no a la libertad. Franco tenía su democracia
orgánica, se decidía lo que él quería en referendos y la libertad
formaba parte del “una, grande y libre”. Por lo tanto las
palabras necesitan matices. Así el derecho a decidir es necesario
que se llene de contenido. Quiénes tienen derecho a decidir y sobre
qué. ¿Se puede decidir llevar a la cárcel a todo el político que
malgaste un euro? No eso no. ¿Se puede decidir sobre los privilegios
de las grandes fortunas? No eso no. ¿Se puede decidir sobre el tipo
de educación? No eso no. Resulta que sólo se puede decidir sobre lo
que ellos, los independentistas quieren, sobre la independencia. Pues
resulta que tampoco. No se puede decidir sobre la independencia, sino
sólo sobre su independencia y con sus condiciones. Imaginemos que se
celebra un referendo con todas las garantías legales nacionales,
constitucionales e internacionales. En los resultados la ciudad de
Barcelona decide que no es independentista, por lo tanto ha decidido
que sigue formando parte de España. ¿Ese derecho a decidir vale o
no? ¿Ya no hay derecho a decidir? Dirá un independentista o todos o
ninguno. Pues ese todos somos todos los españoles. Pero como siguen
machacando con el derecho a decidir aquí seguimos bebiéndonos una
Coca Cola mientras ellos suben al marcador el 8-O.
¿Recuerdan la operación Roca o el
partido Reformista? Para quienes no lo recuerden les diré que fue un
partido que crearon, los ahora independentistas catalanes, de ámbito
español. Se presentaron en todas las provincias españolas y no
sacaron ni un solo representante (no llegó al 1% de los votos).
Perdieron. Fue una campaña publicitaria fallida. No tenían respaldo
para, llegado el momento, modificar la Constitución e incluir su
derecho a la independencia. Una buena campaña publicitaria también
consiste en pasar un estúpido velo sobre los fracasos. No vaya a ser
que alguien piense que la chispa de la vida de Coca Cola no era mas
que un jarabe para los problemas digestivos. Gol en propia puerta y
ya vamos 9-O.
Cualquiera creería que los españoles
hemos elegido a Rajoy para machacar a los catalanes. No han caído en
la cuenta que nos machaca a todos, cuando nos machaca, y beneficia a
todos cuando nos beneficia. Las maldades y bondades de Rajoy son para
todos. Pero un buen manual de publicidad dice que es necesario
focalizar al enemigo aunque signifique cambiar la unidad por el todo.
Rajoy nos hace esto, lo otro y lo de más allá. Si, pero a todos. Me
pregunto, ¿si en vez de Rajoy gobernara Pablo Iglesias o Puigdemont
o Frances Homs (que se presentó como candidato a presidente del
gobierno de España), ya no serían independentistas? Entonces, ¿en
qué se sustenta ese independentismo? Mientras señalaban a Rajoy,
todos los jugadores nos lo hemos quedado mirando y así nos han
marcado el 10-O.
El partido no ha acabado. En el
descanso nos ofrecerán Coca Colas para todos, nos endulzarán la
vida sin ver que aumenta nuestro riesgo de diabetes, que la
independencia del refresco nos creará dependencia. Nos hablarán de
su precio y de que si fuéramos a la fábrica sería más reducido,
sin contarnos lo que se ahorrarían en la distribución. Pero no es
un tema económico. A través de la marca única de Coca Cola los que
la beban seguirán igual o con algo menos dinero si beben muchas. Los
de Coca Cola serán más ricos y luego harán una división entre
todos para decirles que se han cumplido los pronósticos, que
bebiendo Coca Cola iban a tener más dinero de media.
Finalmente, quien esto lea podrá
decir, está bien (alguno, que uno también tiene algún amigo),
otros dirán que hay alguna cosa interesante, a otro le hará gracia
algún párrafo, es posible que alguno lo tenga en cuenta, hasta que
haya quien pueda llevarle a la meditación. Pero llegará el
intelectual nazionalista de turno y dirá: “Este es un facha”, y
a tomar pol culo todos mis argumentos, 11-O.
Permitid que me rebele ante esta
situación, ante esta goleada antológica y que saque una pancarta
que guardé allá por 1976, cuando luchaba por la instauración de la
libertad en este país contra lo que quedaba de la dictadura
franquista: “Coca Cola asesina, carajillo al poder”.