Placa en la sinagoga que recuerda el año en que llegaron a Marrakech los españoles expulsados por no ser cristianos. |
Hoy he visitado un cementerio judío. La comunidad judía de Marrakech fue muy numerosa, con decenas de miles de miembros, todos ellos procedentes de España cuando fueron expulsados por los Reyes Católicos en 1492. Gente que todavía guarda la llave de su casa en España porque siempre tuvieron la esperanza de volver a su país. Una casa que se habrá llevado la especulación y la crisis, pero de la que mantienen la llave pese a todas las inmobiliarias que a lo largo de los siglos la hayan enseñado. Tan españoles como cualquiera de nosotros. En la actualidad apenas quedan unos cientos. Se han ido dispersando y muchos han ido a Israel.
Tumbas ocupadas. Otras gentes abrirán la tierra para reservarnos un sitio. La tierra espera. No tiene prisa. |
Esta mañana, entre las tumbas he ido buscando el nombre del judío alcañizano Sahi Nahor, intentando encontrar ese lazo que me uniera a gente que sufrió persecución por no profesar la religión oficial. Allí estaba, sin duda, pero eran tantas las tumbas, eran tantos los muertos que me decían yo también sufrí persecución, que sé que allí estaba, aunque no he podido descifrar entre la grafía hebrea el nombre de mis paisanos.
Otras tumbas estaban abiertas, nos están esperando. La tierra no se sacia. Estamos llamados a ser víctimas del sacrificio continuo.