lunes, 24 de diciembre de 2012

A la vuelta de una vuelta


Ya de vuelta puedo decir que no estoy de vuelta de nada. He dormido en camas de amigos, en sofás, en dormitorios compartidos, en catres inmundos propios del cine, en hostales y hoteles, ninguno de lujo, también me he dormido, de agotamiento, en algún banco en la calle, en buses y metros, rendido de tanto vivir.  En todos he soñado y he cumplido algunos sueños.
También he visto a gente, mucha buena gente. Tanta buena gente que tengo que hacer oídos sordos a los que me han dicho que tenga cuidado con los malos. He ignorado los consejos de quienes, con cariño, me decían que por allí no fuese, que guardara mis pertenencias, siempre escasas las que llevaba encima, que mirara para todas partes con ojos de temor, porque cuando miraba lo hacía con ojos ávidos de novedades.

He hablado en coreano sin saber una sola palabra, en inglés balbuceando y en español aprendiendo continuamente palabras nuevas buceando en expresiones, riendo, discutiendo, guardando siempre las formas, el respeto y volviendo a reír. He encontrado con tanta gente tantas soluciones a todos los problemas del mundo, que no ha sido una, sino muchas las vueltas que le he dado.

Me he encontrado con Mafalda haciendo cola, en comentarios de tienda, en bares, en dichos populares, en pintadas, en filosofías profundas y superficiales, me he encontrado hasta con su casa y también con casas rosadas, con casas de la moneda, con casas de gobierno y desgobierno.

He encontrado a españoles de España, españoles del mundo, extranjeros compatriotas, compatriotas que no querían serlo, ellos se lo pierden.

He comido palabras que daban nombre a guisos desconocidos. He mezclado sabores, los he separado para intentar distinguirlos, me he comido el hambre algún día, también la gula. He llevado galletas casi siempre conmigo. Muchas veces no he sabido lo que he comido y ya nunca lo sabré.
Por todas partes había gente dispuesta a hacer feliz a los demás a cambio de nada
Tengo muchos recuerdos y aún más olvidos. No podré guardar tanto como he vivido en la memoria de viejo que me acompaña los días que no se muestra perezosa.
He viajado tanto que algún día he despertado en el limbo de los mundos. He nadado entre nubes surcando cielos iguales, he volado los océanos, he pateado los continentes en recorridos que de largo han superado el millar de kilómetros. He corrido por Corea y por Australia y también para llegar a los sitios porque me faltaban horas.

He dormido poco y bien. Casi nunca he estado más de siete horas en la cama porque el reloj del que carezco me despertaba a la vida al poco de acostarme.
No me he encontrado con ningún ladrón y si lo he hecho, ha mirado para otro lado. Tampoco he visto un asesino o un raptor o lo han disimulado tanto que si los hubiera buscado no los podría haber identificado.
He bebido cerveza a sorbos, degustando una artesana en Argentina o a tragos bañándome en ella por dentro y por fuera como si fuera la última.

He ido tomando amigos en calles, bares y parques y allí mismo los he ido dejando. Mejor, han quedado esperando hasta un próximo encuentro. Cuando alguno se despedía diciendo hasta otra vez si nos vemos, siempre he contestado diciendo que seguro que nos íbamos a encontrar. Y nos encontraremos. Quizás sin reconocernos, pero somos compañeros de viaje y el camino está lleno de senderos que se cruzan.

Me han abierto las puertas de sus casas personas que no me conocían. Les he contado mi historia y ha sido suficiente. No me las ha cerrado nadie. Incluso cuando me iba la dejaban entreabierta, imagino que hasta perderme de vista.
Me ha sabido a poco y puedo decir que ha sido mucho. Me he agotado, he entregado todo lo que tenía, pero aún me queda para entregar otro tanto.
He pensado, no he rehusado ningún pensamiento, hasta sentir dolor de las conclusiones. Por todas parte he encontrado a distinta gente con las que he hablado de problemas semejantes. Es tan grande el mundo y tan pequeños sus problemas que hacen a los problemas grandes y al mundo pequeño.

He lavado mi ropa mucho, para ir casi siempre limpio. Nunca he planchado y he sobrevivido a las miradas más exigentes. No me he peinado ni un solo día, me he lavado casi todos.
Me he quedado con la boca abierta ante el milagro de la naturaleza y me la ha mantenido abierta la destrucción que causa la misma naturaleza, que también la he visto.
Me ha admirado la limpieza y pulcritud de algunas pueblos y sus calles. He visto más plásticos de lo que debiera. He visto derroche y necesidad. He visto la riqueza de lejos y la pobreza en muchísimas calles. Nunca doy limosnas, pero he dado alguna.

Se han descubierto ante mí los coatíes un animal que no existía en la colección de cromos de mi infancia. Y también los pájaros negros de pecho blanco y cejas moradas, y las mariposas camufladas me han guiñado un movimiento para que las viera.
He visto a miles de muertos uniformados que habían dado, sin quererlo, su vida por la patria que se lo agradecía con miles de cruces. He visto a miles de muertos que me esperan después de haber pasado por la vida. También he visto a miles de muertos que aún respiraban, que caminaban por la calles.

He cambiado mi vocabulario. No he cogido ningún colectivo en Chile, los he tomado, he comido palta o chorrillana, he platicado con todos los vos que me he encontrado.
He bailado tangos en cada pareja que veía en la pista, también con ellos milongas y he danzado al ritmo de músicas populares que las fechas festivas me han brindado. He tocado el tambor y he dicho que era de un pueblo al lado de Calanda.
He paseado la bandera española y me han aplaudido, me han dado gritos de ánimo y les he contado, que la cosa está mal en España, que no se ve dónde está el final de la jodida crisis, pero que saldremos. Me he dado ánimos y se los he dado. Y les he hablado con orgullo de libertades de España que les asombraba, de servicios que teníamos que envidiaban, de la vida, de nuestros escritores, de las gentes de España. Y he envidiado algunos servicios que ellos tenían, de algo común para ellos que consideraba un privilegio para nosotros, de tratos al hombre que quería para mi y mis conciudadanos, de nivel de vida, de puestos de trabajo de los que carecemos. Somos distintos y todos estamos en el camino por conseguir vivir mejor.

Me he encontrado con gente solidaria, culta, afable. Me han recomendado libros que leeré por complacer el deseo de quien me lo decía. Porque es una buena recomendación que no permite la ignorancia.

En un mochila diminuta y un cerebro en retroceso he ido llevando todo el mundo, todas las imágenes, todos los bienes que he ido poseyendo.

He dejado ropa en otros continentes para meter recuerdos. He ido intentando no olvidar nada, pero como ya no me acuerdo lo que he olvidado, quiero pensar que me acuerdo de todo.

Tengo conversaciones pendientes. Repeticiones y más repeticiones a muchas gentes de mi aventura. Siempre con el mismo entusiasmo. Porque el ritmo que he vivido será el que imprima en mis conversaciones.
También he aprendido mucho. He estado con filósofos de la calle y he escuchado a profesionales del pensamiento. De todos he aprendido. He cambiado. Es necesario cambiar y aceptar los cambios. Nada es inamovible. Nada debe ser inamovible.

A pesar de las tierras, de las diferencias, de las gentes, de las distancias, de los intereses, de la avaricia y demás pecados, de la injusticia y demás injusticias, de los sentimientos, de los odios y amores, de los deseos y de las trabas, a pesar de todo y más, a pesar de las culturas y las inculturas, siempre es más lo que nos une que lo que nos separa.